Fernando Vázquez Rigada La atmósfera de la elección presidencial beneficia claramente a la Coalición que encabeza Xóchitl Gálvez. Hay un momentum que, de conectar la campaña opositora con él, el tablero de la elección se moverá. Ese momentum se nutre de varios elementos: una ansiedad por la inseguridad cada vez más aguda y notoria; grupos […]
Fernando Vázquez Rigada
La atmósfera de la elección presidencial beneficia claramente a la Coalición que encabeza Xóchitl Gálvez.
Hay un momentum que, de conectar la campaña opositora con él, el tablero de la elección se moverá. Ese momentum se nutre de varios elementos: una ansiedad por la inseguridad cada vez más aguda y notoria; grupos sociales y empresariales que se animan a desafiar abiertamente al gobierno; crisis de agua que se suma a la de la inflación y medicamentos; crecimiento de las oposiciones de los estados en disputa.
En elecciones, sin embargo, que exista un momentum no significa que la elección se mueva. Mucho menos que la resuelva.
Se trata de atmósferas que deben ser aprovechadas.
Para darle vuelta a la elección, la Coalición Fuerza y Corazón por México debe perseguir tres objetivos estratégicos.
Primero, movilizar para tratar de generar la mayor participación posible.
Segundo: que la intención de voto Gálvez alcance el porcentaje de desaprobación de AMLO.
Tercero, arrancarle un trozo de voto blando a Morena que se encuentra aún ahí, aunque con pegamento cada vez más débil.
Vamos por partes.
Movilizar el voto implica generar un sentido de urgencia. Aquí nos jugamos las próximas tres décadas. Si se instala una dictadura de partido, sigue la sociedad con el crimen, se captura al poder judicial, se extiende la militarización y se centraliza la economía, se habrá perdido la libertad, la democracia y la prosperidad. Eso está en juego.
Algo central: inyectar ese sentido de urgencia sólo lo podrá hacer la sociedad. La gente le cree a la gente, no a los políticos. Menos a los partidos. Así, le tengo una noticia: esa tarea le toca a usted.
Ganar implica que la gente salga a votar masivamente.
En 1994 salió el 78%. Era, como hoy, una situación excepcional. Ahí, la gente no votó por la continuidad —eso es un simplismo—: votó por la paz.
¿Hay una garantía de que si hay más participación será en favor de Gálvez? No. Pero sí hay una garantía: si no sale, perdemos.
Segundo. La desaprobación al presidente crece. Ronda el 46%. ¿Por qué la intención de Xóchitl está en los 30´s bajos? Porque nos falta ofrecer incentivos para estar con nosotros. Estar en contra de algo no significa que estén en favor de nosotros. Falta un mensaje claro y decidido a ese segmento que no cree que seamos la solución al mal que identifican y reprueban.
Tercero. Aún llegando a los descontentos, nos falta. Si como opositores no tenemos la sensibilidad y la empatía para hablarle al México más humilde, más lastimado, más agraviado, estamos perdidos. Si no les ofrecemos una vida mejor y digna no es que vayamos a perder: es que no merecemos ganar.
Para gran parte de ese universo, su salvavidas son los programas sociales.
¿Podemos ofrecerles algo más? Sin duda. Educación, comida, medicinas, empleo. La posibilidad de vivir mejor. Hay que ofrecerles subir, no conformarse con el estancamiento actual. Y hay que ofrecerles solidaridad y empatía. Darles un sentido de pertenencia a una tarea común: salvarnos juntos de este desastre.
Lograr esto es salir de nuestra burbuja. Los opositores nos hablamos entre nosotros. Hay que arriesgarnos. Tratar de convencer a quien, o está indeciso, o duda si seguir con Morena.
Hay una gran tarea por delante.
Y no hay tiempo que perder.
@fvazquezrig
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