Después de siglos de usarse, ahora son remplazadas por juegos de tecnología.
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Este juego llegó a América Latina durante la época de la colonia y dio muchas horas de sana diversión a chicos y grandes.
Se remonta al antiguo Egipto y Roma e influyó en muchos países de su época. La intención del juego es ganarse todas las canicas de los rivales.
Se han encontrado en excavaciones arqueológicas en México pequeñas esferas de piedra, barro y vidrio, que dieron la pista de la importancia que este pasatiempo tuvo, así como su historia desde el siglo XVIII.
Las canicas: un juego antiguo muy entretenido
Dentro del juego de las canicas existen 6 tipos—las agüitas, los tréboles, las ágatas, los diablitos, los pericos y los tiritos. Las primeras son pequeñas, de vidrio de un solo color, mientras que los tréboles tienen en su interior cuatro pinceladas de uno o más colores. Las ágatas destacan por su valor y belleza, pues se distinguen por las líneas de colores tenues dentro de la esfera transparente. El diablito es buscada, pues hay pocas de color rojo. De ahí se encuentran pericos, unas canicas blancas con líneas onduladas que se asemejan al plumaje de las aves. Las tiritas—opacas o monocromáticas—pueden ser de vidrio más sólido.

¿Cómo jugar a las canicas?
Su tamaño varía, pero las más recomendadas deben medir 1.5 cm. Si las encuentran de otros tamaños, tienen nombres para diferenciarlas, como macalotas, bombochas, toninas, bombonas o caniconas.
En la década de 1930, el juego influyó mucho en los niños, dando un rasgo de identidad que conservan en la memoria.
La palabra “canica” proviene de la palabra alemana “knicher”, que significa “bola con la que juegan los niños”. En Sudamérica le dan un nombre diferente, bolitas. En México cada estado las llama de diferente forma. Nayarit las conoce como “pichas”.
Se sabe que el ser humano, maravillado desde el descubrimiento de la rueda, ha tenido fascinación por aquellas actividades donde ve objetos rodar. El juego de las canicas puede tener un antecesor, pelotas de barro que evidencian su presencia desde la Edad de Piedra hasta el tiempo en que los europeos se influyeron de los egipcios y romanos, llevando este regalo a otras partes en el mundo.
Tanto en México como en América Latina, este divertido juego se dio gracias a que los españoles compartieron sus costumbres con los pueblos prehispánicos. En tiempos modernos, las canicas se volvieron un ícono de la diversión.
Existen varias formas de juego. Unas son “el hoyito”, “la rueda o círculo” y “el cocol o rombo”. También hay terminología específica para cada momento del juego, así como reglas. Jugar al hoyito dependía primero de trazar una línea de salida, colocando el hoyito a tres o cinco metros de distancia. Cada jugador con su propio turno tiraba la canica contra la de un adversario, matándolo al meter la propia canica al hoyito. La modalidad de la “rueda o círculo” constaba de colocar varias canicas dentro de una circunferencia, o todas en el centro. El objetivo era sacar todas las de los contrincantes desde la línea de salida sin que el tirito propio se saliera. Todas pasaban a ser propiedad del ganador.
La tercera forma, “cocol o rombo”, constaba de marcar el suelo. Solo el niño más apto podía hacerlo; todos los niños ponían sus canicas en el perímetro de la figura del rombo, haciendo el tiro desde la raya. Solo podían sacarse las canicas en el tercer tiro; en el primero no era válido.
“Las canicas fueron un juego muy llamativo décadas atrás. Todavía en los 90s era normal ver niños jugando. Ahora este juego quedó rezagado por la tecnología. Yo podía vender hasta 60 bolsas con 30 canicas de colores variados allá por los 80s de manera semanal. Podías ver grupos de niños en las calles jugando sanamente y haciendo un escándalo cuando alguien ganaba o perdía”, dijo Rafael Gutiérrez Salgado, dueño de una papelería y mercería.
“Es una lástima que un juego tan sano y divertido ya no esté en uso de los niños. En mi época allá por los años sesenta, podíamos pasar horas y horas jugando sin molestar a nadie y viendo de qué forma podíamos ganar las canicas de nuestros vecinos. Sin embargo, la tecnología les ha quitado la posibilidad de ser creativos a los niños actualmente”, dijo.
La fabricación de las canicas era muy sencilla, pero a su vez ingeniosa, ya que su producción consistía en dejar caer gotas de vidrio líquido encima de una rampa metálica para hacerlas rodar, y dejarlas enfriar. En México existían dos fábricas, una en el municipio de Texcoco llamada “El Crisol”, y otro en Tacubaya, en el viejo Distrito Federal, ahora Ciudad de México. Ambas fabricas cerraron con el paso de los años.
Este juego dejó expresiones que pasaron a ser parte del vocabulario del mexicano. Una de ellas es “chanfle”, la cual se usaba para hablar de la energía o buena vibración al tirar una canica. Ahora se utiliza para hablar de una acción hecha con cariño, sentimiento o interés. Por otra parte, “pintar mi raya” es para marcar límites ante alguien o algo.
Las canicas fueron muy importantes, por lo que son recordadas con gran nostalgia, envueltas en momentos de diversión sana y eterna.
(Editado por Melanie Slone y LuzMarina Rojas-Carhuas)
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