Fernando Vázquez Rigada Nos quedan 34 días para salvar a México. Ayer arrancó la última etapa de la campaña. Xóchitl Gálvez ganó contundentemente el segundo debate. ¿Moverá la elección? Depende. Por sí mismo, no. Pero abre un momentum en favor de la oposición. Habrá que aprovecharlo al máximo. Xóchitl fue superior ayer a Sheinbaum en […]
Fernando Vázquez Rigada
Nos quedan 34 días para salvar a México.
Ayer arrancó la última etapa de la campaña. Xóchitl Gálvez ganó contundentemente el segundo debate. ¿Moverá la elección? Depende. Por sí mismo, no. Pero abre un momentum en favor de la oposición.
Habrá que aprovecharlo al máximo.
Xóchitl fue superior ayer a Sheinbaum en todo.
Su imagen fue impecable. Bien maquillada. Huipil. Mejor emocionalmente. Asumió la estrategia de la retadora: acosar. Marcó el ritmo del debate. Ella impuso el tono y la velocidad. Tuvo un ejemplar manejo de los tiempos. Combinó propuesta con ataques. Machacó sobre los puntos débiles. Recordó una y otra vez las preguntas que todos nos hacemos sobre la candidata oficial. Mostró emociones y compartió el dolor de los que sufren. Como en todo debate bien ejecutado, la exhibición fue doble: mostró sus fortalezas y desnudó las de la contraria.
Sheinbaum comenzó atacando. Extraña actitud para alguien que va, supuestamente, veinte o treinta puntos arriba y cuyo propósito, por tanto, es no perder. Se enojó pronto, y se notó. La máscara de hielo se distorsionó ante la andanada inicial cuando, de entrada, le colocaron el mote de la candidata de las mentiras que ya no se pudo quitar. A partir de ahí, descolocada, sólo se empequeñeció. Se refugió en una armadura de arrogancia. Repitió, autómata, cifras incomprensibles y, muchas, falsas.
Cuando Sheinbaum sonríe ante el recuerdo de las tragedias del Rébsamen y la Línea 12, debería generar horror.
Cuando garantiza que no castigará ningún exceso del presente —ni a los hijos del presidente ni a Roció Nahle, et al— debería alertarnos.
Cuando no voltea a ver a sus contrincantes, debería anticiparnos lo que sería su gobierno.
Xóchitl habló a una base más amplia que la suya. Si hoy registra una intención de voto en los 30s medios, apeló a unificar a los cerca de 47% que hoy reprueban al presidente. Claudia sólo le habló a él: al hombre que la regañó públicamente por no hablar de sus glorias.
La estrategia de Sheinbaum en el 1er debate fue un pálido esfuerzo, pero esfuerzo al fin, de tener una narrativa propia: de sus presuntos logros en la Ciudad de México. Fue el intento de decir: “Tengo luces propias”. Le jalaron la rienda y se arrodilló.
Cuando se vio en mayores dificultades, su esquirol, sonriente y naranja, salió a defenderla con 4 críticas seguidas a Fox. Más claro, ni el agua: cada voto que no sea por Xóchitl será para Claudia.
El gran esfuerzo inmediato de todas las fuerzas opositoras es unificarnos en esa certeza. No hay más oposición que la Coalición Fuerza y Corazón por México.
Si queremos detener la tiranía que se avecina, no hay más que unirnos y movilizarnos masivamente para convencer y movilizar.
Ojo: es labor nuestra. La gente le cree a la gente. Dice Jim Messina —estratega de Obama—que a los indecisos los convencemos los decididos.
Es ahora o nunca.
La campaña deberá hacer lo que no ha hecho: tener disciplina de mensaje, frescura, consistencia, enfoque y, muy importante, despliegue territorial. La elección se está moviendo a partir de los grandes padrones: La Ciudad de México, Veracruz, Puebla, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Yucatán. El Bajío y el norte son terrenos a disputar junto a las grandes concentraciones urbanas.
Pero el esfuerzo será insuficiente si las y los ciudadanos libres no nos involucramos de lleno.
Ayer fue una bocanada de oxígeno.
Quedan 34 días.
Ni un día más, pero tampoco uno menos.
Son 5 semanas para salvar a México.
@fvazquezrig
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