Fernando Vázquez Rigada La Reforma Judicial no es inevitable. Hay un hecho simple que la sociedad no debe olvidar. En el Senado, el oficialismo no tiene los votos suficientes. Les falta uno. No se ría: no soy ingenuo. Conozco las buenas y las malas artes de la política. Créame. Pero en democracia, al final, se […]
Fernando Vázquez Rigada
La Reforma Judicial no es inevitable.
Hay un hecho simple que la sociedad no debe olvidar. En el Senado, el oficialismo no tiene los votos suficientes.
Les falta uno.
No se ría: no soy ingenuo.
Conozco las buenas y las malas artes de la política. Créame.
Pero en democracia, al final, se gana o se pierde por un voto. Un solo sufragio puede ser mucho o poco, dependiendo del resultado.
Las oposiciones sufrieron la cínica traición de dos senadores electos bajo las siglas del PRD: Araceli Saucedo y José Sabino Herrera. Ambos fueron electos con el mandato de impedir lo que hoy van a aprobar.
No podemos tolerar más traidores. Perdimos al Congreso. Lo perdimos en las urnas y luego en una decisión que anula la evolución constitucional de México. Si perdemos al Poder Judicial, perderemos a la democracia mexicana.
La reforma no tiene mayoría que la respalde (sólo 39% la aprueba). 66% aprueba el trabajo de la SCJN. (El Financiero).
Ese rechazo se siente. Miles de estudiantes en las calles. Miles de trabajadores protestando. Jueces, magistrados y ministros en paro. Gente comprando dólares. Analistas advirtiendo la tempestad que vendrá. Los socios comerciales, advirtiendo las violaciones a tratados que llevarán a su cancelación y pondrán contra la pared al nuevo gobierno. La ONU, alertando la inminente violación a derechos humanos.
Ante esa ola que crece, hay un poder —vaya paradoja— que emula a su peor enemigo: el salinismo: ni ve ni oye.
Como nunca, el país depende de la voluntad de una persona. Si un o una legisladora se vende, todo se habrá perdido.
Pero si todas y todos los opositores se mantienen firmes, dignos, valientes y demuestran el coraje de votar en contra, habremos superado otro asalto a la democracia, que no será el último.
Pero el Senado habrá obtenido algo más: recuperará prestigio y honor.
Cierto: el oficialismo ganó el Senado con alrededor del 56% de los votos contra 41% de las oposiciones. Pero hay otro 40% que no votó. Y ellos también merecen representación y ser escuchados. En suma, para bien o para mal, hay 54 millones de electores registrados que no apoyaron al oficialismo, contra 33 millones que sí lo hicieron.
Pero las encuestas nos dicen que no todos quienes votaron por Morena o sus aliados apoyan la reforma.
Todo depende de que una persona, una sola, decida no cambiar su oposición.
Si la reforma se frena, se puede procesar en conjunto una reforma profunda, seria, que toque los problemas neurálgicos de las familias: la impunidad, la falta de acceso a la justicia, la parsimonia judicial, la distancia entre el poder judicial local y el federal, la corrupción rampante en ministerios públicos y en juzgados, o retomar el control de los centros de readaptación.
Una reforma judicial urge. No esta. Una seria. Profunda. Ancha.
Es momento de que las y los senadores de las oposiciones honren su compromiso.
Enrique González Pedrero escribió una memorable biografía de Antonio López de Santa Anna. Su primer tomo lo tituló: “país de un solo hombre”.
De manera similar, hoy somos país de una sola persona.
Es una o un senador que, seguro, está siendo tentada, amedrentada, ofertada.
Si esa persona no cede, la nación dejará de contener el aliento.
Le abriremos espacios al nuevo gobierno de probar su estilo y ofrecernos su sustancia.
Le daremos una estocada importante a un presidente ya extraviado en la soberbia.
Habremos salvado, por lo pronto, a la democracia.
Una sola persona puede ser mucho o poco.
Depende.
Toda victoria empieza, siempre, con el valor de una sola persona.
@fvazquezrig
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