Judith Álamo López Electa Arenal Huerta, idealista y revolucionaria Iniciamos esta serie de 10 retratos breves dedicada a mujeres de México cuya vida ejemplar es aporte imperecedero, dignas de ser memorables para su generación y la posteridad por sus contribuciones al arte, la ciencia o la cultura. Al margen de su ideología política, todas ellas […]
Judith Álamo López
Electa Arenal Huerta, idealista y revolucionaria Iniciamos esta serie de 10 retratos breves dedicada a mujeres de México cuya vida ejemplar es aporte imperecedero, dignas de ser memorables para su generación y la posteridad por sus contribuciones al arte, la ciencia o la cultura. Al margen de su ideología política, todas ellas fueron congruentes con principios y valores inspiradores. Algunas alcanzaron la fama que trascendió a su tiempo, pero otras ameritan hacerse visibles para ser reconocidas y recordadas por su vida singular y sus valiosas aportaciones.
Electa Arenal Huerta, idealista y revolucionaria
El destino baraja y reparte las cartas, y nosotros las jugamos», decía el filósofo Arthur Schopenhauer, y así tocó el juego a Electa: sus padres fueron Leopoldo Arenal y Elena Huerta, y sus tíos Angélica Arenal y el muralista David Alfaro Siqueiros, todos ellos parte del círculo de la plástica mexicana de la primera mitad del siglo XX.
Su padre, Leopoldo y su tío Ángel Arenal junto con su cuñado Siqueiros participaron en el atentado contra León Trosky, el 24 de mayo de 1940, por lo que Electa junto con su madre y su hermana Sandra –de 4 años– se tuvieron que exiliar en la URSS (Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas), mientras su padre y tíos lo hicieron en Chile. Otra vez el destino jugó, y debido al estallamiento de la II Guerra Mundial, Electa tuvo que permanecer 5 años y medio en Vladivostock, provincia oriental de la Unión Soviética, más seis meses del viaje en barco, retornó una adolescente a un México desconocido.
La vocación de sus progenitores, y la suya propia, la llevaron a la Academia de San Carlos, y a ser ayudante de su primera maestra, su madre, Elena Huerta, ex fundadora del Museo de la Gráfica Popular, quien apreciaba sus cualidades naturales para el dibujo, por ello la incorporó en la realización de un primer mural en su natal Saltillo, Coahuila.
Electa colaboró con Diego Rivera, en el mural “Pesadilla de guerra, sueño de paz”, en 1953, obra monumental que causó revuelo, pero que sólo fue exhibido 15 días en el Palacio de Bellas Artes, las autoridades gubernamentales lo retiraron por considerarlo propaganda; el autor anunció que lo había vendido a China.
Sin embargo, desde entonces se desconoce el paradero de ese mural de 150 metros cuadrados –desmontable– que mostraba una alegoría del pueblo en guerra con efigies de los líderes socialistas (Mao y Stalin) quienes benévolos invitaban a sus homólogos de occidente a firmar la paz.
Para Electa, mujer de fuertes convicciones, participar en esta obra a sus 18 años de edad, fue “algo inolvidable y maravilloso, uno de mis más bellos recuerdos”, le confió al periodista cubano Rafael Urbino Nates, Jigüe, 12/1969.https://www. https://www.bing.com/images/
Dicho mural “fue retirado por causar molestias a una parte de la élite mexicana”, aseguró Leopoldo Valentín Vargas Arenal, hijo mayor de la mujer memorable que nos ocupa, al presentar su tesis: Electa Arenal, artista revolucionaria, ante la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (SMGE), con motivo de su ingreso como socio de número.
Recordó que para su familia guarda especial significado el mural “Pesadilla de guerra, sueño de paz”, porque Rivera incluyó en el extremo derecho de la pintura a un grupo de jóvenes allegados a él, entre ellos, además de Frida Kahlo está Gustavo Vargas, quien luego sería esposo de la artista plástica, y su padre.
Vargas Arenal expuso su tesis sobre la vida y obra de esta precoz y prolífica mujer nacida un 16 de mayo en la actual ciudad de México, en 1935, porque consideró que la benemérita SMGE, institución científica fundada en 1833 por Valentín Gómez Farías, está obligada a revivir y hacer visibles a las mujeres que dieron su vida por una causa, por la búsqueda de un México mejor, una de ellas, con sobrados méritos, es su madre.
Vargas Arenal señaló que Electa se casó en 1955, tuvo dos hijos: él, Leopoldo Valentín el primogénito y tres años después nació Silvestre Emiliano. Ese mismo año ingresó a la Escuela Nacional de Artes Plásticas La Esmeralda, donde recibió clases del escultor Francisco Zúñiga, con quien aprendió la técnica de los altorrelieves, aprendizaje que se sumó al de sus maestros, los famosos muralistas Rivera y su tío político, Siqueiros.
Valentín señala en su tesis que ha nutrido este relato: En 1959, debido a la fuerte persecución de los miembros de PCM que participaban activamente en los movimientos magisterial y ferrocarrilero durante el gobierno de López Mateos, Gustavo y Electa, con sus dos pequeños hijos tuvieron que salir de México.
Pasan solo un año en Honduras, pues al triunfo de la Revolución cubana como militantes comunistas decidieron participar en establecer la sociedad justa, así la familia de Electa llegó a la Habana, Cuba en 1960.
Electa y Gustavo fueron comisionados por el gobierno socialista cubano a la ciudad de Holguín, donde ambos aportarán sus saberes: al arquitecto se le encomienda construir el Hospital Lenin y la red de hospitales y policlínicas de la región y la artista plástica se dedicará a la práctica y enseñanza de pintura y escultura.
Existen versiones coincidentes de periodistas cubanos exaltando el carácter y la personalidad fuerte y decidida de Electa, bastaron 5 años (1960-1965) para crear la leyenda de La Mexicana, como la llamaban, en el noreste de Cuba, actualmente en aquella provincia se le rinde homenaje por haber fundado la primera escuela de escultura y han instituido reconocimientos a artistas plásticos que llevan su nombre.
Electa, la revolucionaria, organiza con los lugareños talleres juveniles de investigación y de arte experimental con los recursos naturales de la región (arcilla, mármol y concreto). Durante el lustro que permaneció en Cuba, elaboró varias esculturas de alto y bajo relieve, un mural pictórico y otras producciones de menor tamaño e innovó técnicas, como los mosaicos de palomas picassianas, siquerianas, electianas.
Ella y su esposo trabajaron muchas veces en forma conjunta, por ejemplo, él construyó el Hospital Regional de Puerto Padre, ella dirigió ahí mismo el complejo escultórico monumental Canto a la Revolución con la historia del movimiento cubano montada en una superficie de 17 metros de largo por 3.4 de altura.
Otra obra compartida por la pareja fue la del Círculo infantil Antonio Barrera, en la ciudad de Puerto Padre, en 1963, diseñado y construido por Gustavo; mientras que en el frontispicio Electa montó su creación en forma de estrella: Niños y átomos: una alegoría Cósmica. Estas y otras obras carecen de su firma, era su costumbre omitir su autoría, al igual que dejarlas sin título, las consideraba: «obras del pueblo para el pueblo».
El 7 de noviembre de 1965, el arquitecto Gustavo Vargas entrega el hospital Lenin a Fidel Castro para su inauguración, y así termina el matrimonio su contribución a la Revolución cubana. Regresan a México para reencontrarse con sus dos hijos quienes después de la invasión a Bahía de Cochinos, durante la llamada Crisis de los Misiles, en 1962, la abuela Elena Huerta se los había traído al país.
Electa se unió al equipo de Siqueiros, a la par de realizar otras obras proyectadas de grandes dimensiones, como el monumento a Venustiano Carranza para el gobierno de Coahuila y la escultura de Los Remeros, con la que finalizaba la Ruta de la Amistad construida ubicada en Cuemanco, para la Olimpiada de 1968. Pero, por falta de recursos una acabó en un busto del llamado Varón de Cuatro Ciénegas y la otra quedó en una escultura de la décima parte de lo planeado.
Ante la frustración, ella se quejaba con sus allegados en Cuba: No la he pasado bien, esto no es mi elemento, nací en el socialismo… trabajo con Siqueiros, este hombre de 70 años que pinta como un Prometeo para esta generación de enanos que puebla actualmente México.
Electa concluye ambas piezas escultóricas y se incorpora totalmente a los trabajos del mural: La marcha de la humanidad en la tierra y hacia el cosmos, en el Polyforum Cultural Siqueiros, donde el 12 de junio de 1969, asistiendo a uno de sus grandes maestros, cumpliendo su misión de vida, cayó de un andamio de 15 metros y perdió la vida.
El fatal accidente fue presenciado por su padre, el arquitecto Leopoldo, su tío David Alfaro Siqueiros y su sobrino David Constantino Rodríguez Alfaro Siqueiros.
En 1963, Electa pintaba el mural sobre la Revolución Cubana, en La Periquera, en Holguín, y entonces escribió una carta a su madre Elena Huerta, quien radicaba en México, que en un párrafo decía… Ahora lo que quiero cada vez más, es pintar con mi sangre las calles de mi patria, ese cuadro será más cuadro que los otros, Tendrá más colorido, más poesía junta que todos los cuadros grandes que trato de pintar…
A los 34 años de edad, Electa podría decir: misión cumplida. Su vida breve fue suficiente para trascender por dejarnos un legado de obra social con fuerte carácter como ella, emplazada en espacios públicos de nuestro país –en Ciudad de México y Saltillo, Coahuila–; y en la Cuba socialista –en Holguín, Velazco y Puerto Padre–.
Dos años más tarde Siqueiros realizó una exposición retrospectiva sobre la obra de su sobrina, la artista idealista y revolucionaria, comentó entonces: Quería ser útil a una mayoría porque tenía arraigados principios políticos. No olvidaba la guerra, la opresión, la discriminación, la injusticia, el genocidio, por eso se aferraba a lo más positivo de su hacer artístico en la plástica y en la poesía.
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