Fernando Vázquez Rigada. La próxima ola de manifestaciones tendrá que ir enfocada a que los partidos de oposición escuchen el clamor popular para que se abran y emprendamos juntas y juntos la colosal tarea de ganar la elección del 24. Justo cuando la democracia está en asedio y Morena muestra su lado más oscuro, las […]
Fernando Vázquez Rigada.
La próxima ola de manifestaciones tendrá que ir enfocada a que los partidos de oposición escuchen el clamor popular para que se abran y emprendamos juntas y juntos la colosal tarea de ganar la elección del 24.
Justo cuando la democracia está en asedio y Morena muestra su lado más oscuro, las oposiciones muestran su mezquindad y su ausencia de visión estratégica.
Morena dice tener la certeza de que es invencible el próximo año. Pero sus actos no validan sus palabras. Tiene miedo de perder a la buena y se prepara para arrebatar a la mala.
Su plan está encontrando un contrapeso en la sociedad civil que se organiza velozmente.
Es el momento de los ciudadanos. Su potencia ha desarticulado varios intentos de agandalle y más: ha descolocado a Morena. Cada vez más radical, va perdiendo respaldo gota a gota.
Pero esta resistencia cívica no encuentra recepción ni articulación en los partidos políticos.
La sincronía, recordaba Alvin Toffler, es central, tanto en política como en la cama.
Mientras la sociedad empuja con coraje no sólo la defensa de la democracia, sino su profundización y propone una agenda de país, las elites de las oposiciones partidarias juegan a proteger sus intereses.
Estamos trepados en el Titanic y ellos, los tripulantes, son los únicos que traen salvavidas, pelean entre sí, y su preocupación mayor es asegurar su lugar en un bote.
La sociedad clama por que las y los ciudadanos salgan a votar; el gobernador del Estado de México guarda un silencio ya no sospechoso: culposo.
Mientras se hacen esfuerzos por articular una gran coalición opositora, digna de un esfuerzo como el hecho en Chile para ganar el plebiscito de 1988, aquí se hacen día a día ajustes de cuentas internos, como ocurrió con el PRI en el Senado, justo unas semanas antes de dos elecciones estatales cruciales.
Movimiento Ciudadano continúa con su juego sibilino que sólo fractura el voto, sin entender que una parte importante de la estrategia del 24 tendrá que ser convertir la elección en un plebiscito: ¿Está a favor de la libertad y la democracia o en contra? Cada voto que no caiga en una de estas dos cajas beneficia a Morena. A eso juega, hasta hoy, MC. No hay tercera vía. No existe. No puede ganar. No hay tiempo para construirla.
El ejemplo más patético y lamentable de la, diría José Alfredo, enorme distancia que nos separa fue el embate contra el Tribunal Electoral.
Desnuda la miopía estratégica de una parte, no de todas, las dirigencias opositoras de los partidos. Lamentablemente, quienes menos escuchan son quienes controlan los órganos de decisión partidaria.
El momentum opositor es claro: los ciudadanos vamos a defender a la democracia con todo. Eso ha implicado defender al INE y al Poder Judicial. Generó una erupción de millones de manifestantes en 130 ciudades. Y, justo en ese momento, los partidos emprenden una andanada contra la democracia y el poder judicial.
¿Es neta?
Peor: se lanzan en contra de la inclusión de minorías en la representación política.
¿Creemos en cerrarles las puertas? Más cínico: ¿Conviene hacerlo? El despropósito fue de tal magnitud que incluso provocó una rebelión ¡en Morena! De nuestro lado, el escándalo provino de la sociedad. Los demás, callados.
Otra: se pretendía frenar que el Tribunal se involucre en la vida interna de los partidos, como si ésta fuera ejemplar, digna de un premio internacional a la democracia.
Una parte de los partidos quiere nuestros votos, pero no quieren nuestra agenda. Peor: no nos quieren involucrados en sus definiciones.
Imaginan una alianza en donde ellos controlen todo: son, finalmente, los políticos profesionales. Eso tiene un valor, pero la realidad es que muchos de los problemas provienen no de la política, sino de esta política. Refrescarla solo es posible abriéndola.
O se inicia un diálogo real inmediato con los mejores talentos —los hay— de todos los grupos —suficientes para ganar— o vamos a perder al país.
Hay que generar un marco estratégico de actuación opositora que incluya a todas y todos quienes quieran defender la democracia. Lograrlo implica tener imaginación y voluntad. Eliminar la desconfianza de las partes. Hacer a un lado los intereses de facción.
Para lograrlo, necesitamos abrazar una convicción y dos realidades.
La convicción: nadie va a ganar solo. Los partidos necesitan a los ciudadanos y la sociedad a los partidos. Es lo que hay. No hay más. En una negociación no hay enchilada completa. O cedemos y nos arreglamos o Morena nos va a acabar. Y nos va a acabar a todos.
Las realidades. Una: hoy perderíamos la elección. Dos: no tenemos un rock star. No lo vamos a tener. Necesitamos entonces, construir la unidad, y eso se tendrá que hacer de abajo hacia arriba.
Me explico: el año entrante habrá elecciones en 1,596 municipios y ayuntamientos, en 30 congresos locales, en 9 gubernaturas, en 500 distritos y en 32 estados. Tenemos que generar una dinámica de cambio que parta de lo local a lo nacional.
La candidatura presidencial se nutrirá de lo local.
Los partidos deberán entender eso, abrirse y lanzarnos con fuerza anticipada a competir.
Es ya.
Si no se abren, los tendremos que abrir.
@fvazquezrig
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