Miscelánea, Salud y Política por Judith Álamo López Con una piedra puesta por el rey en el camino, como en la parábola bíblica, para obstaculizar que el pueblo pueda obtener justicia frente a los abusos de poder, la “mayoría” del Senado de la República reeligió a la Piedra que el soberano colocó en el sexenio […]
Miscelánea, Salud y Política por Judith Álamo López
Con una piedra puesta por el rey en el camino, como en la parábola bíblica, para obstaculizar que el pueblo pueda obtener justicia frente a los abusos de poder, la “mayoría” del Senado de la República reeligió a la Piedra que el soberano colocó en el sexenio anterior para obstaculizar la vía de acceso a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), y conculcar su misión de defender los derechos fundamentales y garantías individuales del pueblo.
Sólo que en la parábola, el rey se escondió junto con sus guardias para ver la reacción de los transeúntes y observó cómo ni los pueblerinos ni los mercaderes, ni otros caminantes se molestaron en mover la piedra, mejor la rodearon, tampoco apareció el campesino cargando en la espalda sus hortalizas que bajó su cargamento y decidió quitarla, acción que le valió varias monedas de oro, como premio del rey por su iniciativa.
Aquí todo indica que el rey se escondió solo, los senadores oficialistas se peleaban para decidir por quién sustituir a la Piedra, la oposición minusválida ignoró la lucha que pudo librar en contra; sin embargo, dicen que el jefe de la guardia pretoriana exigió al rey y a la nueva reina dejar la Piedra, para que siga conteniendo las protestas del pueblo especialmente en contra de los abusos de las fuerzas militares, funcionarios públicos y del Estado.
Tocó al senador Adán Augusto llamar al orden a los morenistas inconformes, finalmente con el señuelo de conservar su lugar en la nueva élite del régimen autoritario, fueron sometidos, al unísono clamaron: ¡Beeee! Corrijo fue un “Ceeee”, por eso del Plan que delineó AMLO y que como mandato celestial debe cumplirse.
Y asi fue. La mayoría, unánime del Senado de la República, votó a favor de la reelección de Rosario Piedra Ibarra, aunque haya sido la peor evaluada de los aspirantes a presidir la CNDH para el periodo 2024-2029, un premio a la connivencia, como decía Ginetta Sagan: “El silencio ante la injusticia es complicidad con el opresor”: ¿Qué diría doña Rosario Ibarra de Piedra?
Aunque el pecado original de la CNDH para la Cuarta Transformación fue haber nacido como organismo autónomo al servicio de la ciudadanía, para evitar sus incómodos juicios, desde el régimen anterior fue el primer órgano intervenido directamente por el gobierno presidencial, luego fueron: el Instituto Federal Electoral, el Tribunal Electoral, y ya con Claudia Sheinbaum se concretó la destrucción del Poder Judicial.
Van con el acelerador a fondo para desaparecer la República, mediante la destrucción institucional, van hacia la consolidación de un nuevo régimen totalitario. En los hechos se quitó autonomía a los organismos electorales; se desnaturalizaron la Constitución y la democracia y se demolió al Poder Judicial.
Van por la desaparición de siete organismos autónomos ahora la regulación la hará el propio gobierno –será juez y parte cuando se trate de controversias contra PEMEX, Telecomunicaciones, CFE y cualquier otro organismo paraestatal–.
A ver quién se atreve a protestar en el país sin miedo a caer en la prisión preventiva oficiosa, otra arma al servicio del nuevo régimen: cualquier presunto culpable va a la cárcel mientras averiguan. Y ni las preocupaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre el tema ni las críticas en contra de la elección de funcionarios judiciales modifican el rumbo seguido por Morena.
La soberbia obnubila el juicio de los triunfadores, quienes parecen ocupados en aprovechar la ventaja: ¿De qué más se podría acusar a los opositores, críticos, defensores de derechos humanos…?
Ayer escuchaba a una aguerrida intelectual quien durante el sexenio de López Obrador se mantuvo firme en alertar a la ciudadanía sobre el peligro de las prédicas del líder populista y mitómano patológico, principal responsable del camino que ha tomado el país, decir: ¿Y si nosotros –los analistas– somos quienes estamos equivocados? Qué peligroso que el miedo empiece a nublar la razón.
Recuerden que fue decisión de la mayoría oficialista del Congreso, qué se arrogó la voluntad total del pueblo, sólo obtuvo la tercera parte de la votación ciudadana, pero ya se dio la supremacía constitucional retroactiva, para que nadie se pueda quejar ante la Suprema Corte, ya que ningún recurso de revisión constitucional procederá.
El 5 de noviembre pasará a la historia como la fecha en que la Suprema Corte fue avasallada por la sinrazón y no pudo invalidar parcialmente la reforma judicial, así se convalidó un nuevo proyecto autoritario, sus primeros frutos envenenados ya permitieron que el martes 12 de noviembre fueran rechazados siete recursos de controversia constitucional contra la Reforma Judicial.
Y hoy el gobierno de Claudia Sheinbaum está de plácemes, festejando el cumpleaños 71 de Andrés Manuel López Obrador, a quien la mandataria llama presidente, y seguramente lo hará por la eternidad. Felicitó al caudillo en su mañanera del pueblo y exaltó su egregia figura: “Es el principal dirigente político del siglo XXI, el dirigente que dIrigió la transformación del país”.
Apuntó la presidenta que el Mesías Tropical “sigue en la vida pública de México –sin duda, en cuerpo y espíritu–, pero desde otra trinchera”, escribiendo un libro, dijo. Realmente a poco más de un mes de haber dejado Palacio ha sucedido algo impensable: hasta sus detractores sentían menos amenazado el porvenir de los mexicanos durante su mandato qué actualmente, bajo la presidencia de Sheinbaum.
Aquí sí duele más el desengaño que la duda. Quienes albergaban la esperanza de que Claudia Sheinbaum, más preparada que su predecesor y mujer, podría detener la destrucción, ya pueden estar plenamente desilusionados, ni las advertencias de los poderosos socios comerciales del norte, ni los malos pronósticos de expertos interrumpen el avasallamiento institucional, para edificar sobre sus ruinas el segundo piso de la 4T.
El bloque morenista continúa el desmantelamiento del régimen democrático, esta semana toca a la Cámara de Diputados iniciar la desaparición de siete organismos autónomos, la iniciativa argumenta que estos duplican funciones o son onerosos y propone extinguirlos para que secretarías de Estado o institutos absorban sus atribuciones.
Los organismos en el patíbulo son: el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece).
Además del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), la Comisión Reguladora de Energía (CRE), la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) y la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH).
En la escueta explicación de motivos queda claro que son razones ideológicas del cambio de régimen, ya que soslayan la labor que han realizado estos órganos autónomos para fortalecer la democracia en México, combatir la desigualdad y diseñar mejores políticas públicas. También han sido esenciales para vigilar la competencia y evitar altos costos a los consumidores, regular la extracción de hidrocarburos y hasta ayudar a que más personas tengan acceso a internet, entre otros.
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