Fernando Vázquez Rigada. Fue un buen día. Miles de jóvenes, estudiantes, tomando avenida de la Reforma. Los unía una causa: salvar al Poder Judicial: el que imparte justicia. El que ampara. El que frena el abuso. Jóvenes de decenas de universidades: de la UNAM y las ENEPS a la Libre de Derecho y la UP. […]
Fernando Vázquez Rigada.
Fue un buen día.
Miles de jóvenes, estudiantes, tomando avenida de la Reforma. Los unía una causa: salvar al Poder Judicial: el que imparte justicia. El que ampara. El que frena el abuso.
Jóvenes de decenas de universidades: de la UNAM y las ENEPS a la Libre de Derecho y la UP.
Unidos por una causa, pero también por un desmentido: No son manipulados. Ni acarreados. Ni creen que unos en unos meses, otros en unos años, estén en condiciones de ser jueces, cuando se reciban.
Unidos, porque ninguno cree que el derecho sea fácil o una banalidad.
Mucho menos, prescindible.
Una manifestación que alerta y que entusiasma.
Alerta: cuando los universitarios toman calle, se gesta una erupción. México tiene en los estudiantes una cicatriz. Una que empieza en Tlatelolco y termina en Ayotzinapa. Una alerta que dice que, sin sensibilidad, con soberbia y autocomplacencia, la inconformidad crece y desborda. La tragedia de la Plaza de las Tres Culturas empezó por algo menor, mucho menor, que la protesta de este domingo. Pero esa minucia fue atendida con igual arrogancia y desdén.
A ese caldo de cultivo se agregan 55 mil familias ninguneadas, atropelladas: las trabajadoras del Poder Judicial. También los inversionistas. Los socios comerciales. Un caldo tóxico que nadie parece calibrar, menos atender, políticamente.
Pero la manifestación, también, decía, entusiasma.
Fue una protesta llena de energía. Orgánica. Sin organizadores profesionales. Sin acarreados.
Jóvenes indignados que creen en el estado de derecho y no en el derecho de estado.
Jóvenes que, después, encontrarán otras causas, porque, en el trayecto del Ángel de la Independencia al Senado, hay una Glorieta llena de fotos: desaparecidos. Gente que se ha esfumado ante la indolencia de lustros.
Jóvenes cuyos gritos mueven a escalofrío. Jóvenes que recuerdan:
—De la Mata, eres una rata.
Jóvenes que recriminan:
—Zaldívar: vergüenza de la Libre.
Triste debe ser que el legado de tu vida sea ese, aunque mueras rico.
Jóvenes que, masivamente, brincan y hacen temblar el concreto de la principal avenida del país:
—¡¡El que no brinque es Batres!!
Jóvenes hermanados sin importar donde viven. Dónde nacieron o cuánto tienen.
Jóvenes que no son sólo protestantes. Son los líderes por venir.
La simiente de un México mejor.
@fvazquezrig
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