Fernando Vázquez Rigada Las opciones de Marcelo Ebrard son pocas, y ninguna, por ahora, ganadora. Decía Álvaro Obregón que en política sólo se comete un error: los demás son consecuencias. El error de Marcelo fue confiar en López Obrador. Creyó que le iban a ser reconocidos sus sacrificios: le dio el triunfo en el 2000; […]
Fernando Vázquez Rigada
Las opciones de Marcelo Ebrard son pocas, y ninguna, por ahora, ganadora.
Decía Álvaro Obregón que en política sólo se comete un error: los demás son consecuencias.
El error de Marcelo fue confiar en López Obrador. Creyó que le iban a ser reconocidos sus sacrificios: le dio el triunfo en el 2000; le entregó la candidatura en el 2012; tragó a los dictadores latinoamericanos, aguantó las groserías de Trump y se comió el cuasi beneplácito de la invasión de Putin a Ucrania. Luego creyó que el proceso de designación iba a ser limpio.
Ahora tiene cerrado los caminos. Se le abre un perder, perder. Su juego, entonces, es reducir sus mermas.
Todo depende de lo real que sea su pleito con López Obrador. Ya veremos.
Marcelo ha dicho que su camino en Morena ha concluido y que estará en la boleta.
Eso, de ser cierto, sólo le deja una opción: ir por MC.
No se inscribió como aspirante a candidato independiente y el Frente Amplio por México ya tiene a Xóchitl. No hay más sopas.
Irse a Movimiento Ciudadano le garantiza estar en la boleta, pero no ganará.
La última encuesta de Reforma incluye un careo en donde Ebrard, por MC, alcanza solamente 14 puntos: dos más que Samuel García. No le quita nada, ni medio punto, a Claudia Sheinbaum y Xóchitl crece 3. ¿De dónde crece Marcelo? De Independientes.
Eso, en principio, es mala noticia para el Frente.
Pero hay otras variables a considerar.
Primero: MC se está vaciando. Sin Jalisco y sin Colosio, sin apoyos de fuertes grupos económicos y mediáticos, su poder territorial no vale mucho.
Segundo: Cuadros diversos de MC, cercanos a Dante Delgado, han dicho que prefieren nominar a alguien de casa. Más allá del dueño del partido y algunos otros, Ebrard no será bienvenido.
Tercero: Marcelo probó ser un pésimo candidato. Será el sereno, pero su periplo por el país fue un fracaso. Ninguna encuesta, ni la suya, le dio posibilidades de competir contra Sheinbaum.
Cuarto: Marcelo tiene un problema de credibilidad opositora. ¿Será el opositor feroz después de invitar al hijo de AMLO a encabezar la secretaría de la 4T? (Sic), de retratarse feliz con Pío, el hermano del cochupo?
Pese a todo, Ebrard tiene una motivación poderosa: su rencor contra Sheinbaum.
En el escenario en donde puede ganar algo (o perder menos, como se quiera ver) es acreditando que es un opositor real y no un esquirol. Habrá que ver que Dante se lo permita.
¿Cómo lo hace?
Tiene las llaves del reino para probarlo.
Si su decepción es real y en verdad cree que Sheinbaum va a terminar de destruir a México (en donde él tuvo un papel protagónico, por cierto) su grupo puede cambiar todo el tablero político.
Según esto, a Ebrard lo apoyan 80 diputados Federales de 270 que tiene el oficialismo. Si se lleva a, digamos, 30, las oposiciones le quitarían la mayoría absoluta a Morena y controlarían el presupuesto, las auditorías y la aprobación de leyes.
Esa sería la prueba fehaciente de que tiene poder, de que su ruptura es genuina y de que efectivamente va a coadyuvar a un triunfo opositor. Si sus huestes en la Cámara y en el Senado se quedan en Morena a destazar al Poder Judicial, su rompimiento será una farsa para fracturar a la oposición.
Las campañas, además, se diseñan. Ebrard sacó más o menos 25 puntos en las encuestas de Morena. Si se lleva con él una parte de esas simpatías, será una merma directa a Sheinbaum. La elección se cerraría.
Por último, el enfoque de su campaña debería ser apelar a los morenistas blandos, en donde tiene credibilidad y en donde minaría el crecimiento de la ex jefa de gobierno.
Hacia el final de la campaña, podría imitar la generosidad y grandeza de Heberto Castillo y declinar en favor de Xóchitl Gálvez, precipitando su victoria.
La única forma de salvar algo del prestigio que le queda sería así.
De ser una farsa, se sabrá. Se habrá sometido una vez más a López Obrador. Quedaría como empleado de Dante. Peor: quedaría sin dignidad.
Por el contrario, elevarse sobre la traición, el insulto, la persecución y la humillación, aún al costo de no ser presidente, lo convertiría en una figura central de la alternancia y rescatista de la democracia.
@fvazquezrig
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