Fernando Vázquez Rigada I Gonzalo N. Santos era el Presidente de la Gran Comisión del Congreso durante el Maximato. En ese carácter recibió la instrucción de Calles de desaforar a 28 diputados opositores ligados a Francisco R. Valenzuela. Les dieron microondas. Pero Santos se dio una licencia: “de pilón” desaforó a uno más: el comunista […]
Fernando Vázquez Rigada
I
Gonzalo N. Santos era el Presidente de la Gran Comisión del Congreso durante el Maximato. En ese carácter recibió la instrucción de Calles de desaforar a 28 diputados opositores ligados a Francisco R. Valenzuela. Les dieron microondas. Pero Santos se dio una licencia: “de pilón” desaforó a uno más: el comunista veracruzano Hernán P. Laborde. Éste se sorprendió, no estaba ligado a ninguna rebelión, y solicitó defenderse:
—¿Por qué entonces —le espetó a Santos— (usted) jefe absoluto de esta aplastante mayoría, va a desaforarme?
Santos le contestó con dos gritos:
—¡Por chocante!
Explicó el Alazán Tostado en sus memorias: Laborde usaba melena, lentes gruesos, tenía voz chillona y llevaba a su esposa a la tribuna. “Pregunto: ¿no es eso ser chocante?”.
Lección: Las mayorías aplastantes, fanáticas, no tienen recato.
II
El 20 de julio de 1944 falló un atentado contra Hitler. Casi lo mata. Los involucrados fueron perseguidos implacablemente. Los más afortunados fueron fusilados in situ. A los demás, se les sometió al Tribunal del Pueblo y el dictador ordenó cuatro cosas: que el juez fuera el fanático Roland Freisler, que el veredicto fuera la muerte, que ésta fuera cruel y que se filmara.
El Tribunal del Pueblo acató la orden (los pueblos siguen a sus líderes). La ejecución por ahorcamientos se hizo con cuerdas de piano, lo que extendió la terrible agonía por largos, inacabables minutos.
Hitler disfrutaba en las noches de las películas mortuorias de sus agresores.
Lección: la justicia por consigna deja de ser justicia: para los autócratas, el pueblo no delibera, obedece.
III
¿Quién, después de la segunda noche triste, la del miércoles 13 en el Senado, impondrá de medalla Belisario Domínguez?
Domínguez, cuya integridad y valentía, su patriotismo, le costó la vida por enfrentar a un poder usurpador.
Domínguez, que subió a tribuna y pronunció en septiembre de 1913 un discurso durísimo en donde hacía la analogía del país con un barco que, navegando en plena tempestad, entrega su mando a un carnicero que acaba de asesinar al capitán. Pide al Congreso y a la sociedad depongan a Huerta. Belisario sabe que no pronuncia un discurso: pronuncia su sentencia de muerte.
Se cumple, atroz. Entregan su lengua, cortada en vida, al sátrapa.
En la historia, ¿dónde está hoy Belisario? ¿Dónde Huerta y sus esbirros?
Lección. Siempre vale más un valiente que cien traidores.
IV.
Luis Echeverría quería dejar la presidencia, no el poder. Nombra sucesor a quien piensa menos hábil políticamente: José López Portillo. 5 de sus secretarios se van de gobernadores. Adelanta meses la nominación a la gubernatura de Baja California, para nombrar candidato. Desbarata al secretario de Gobernación, Mario Moya, que poseía al más grande bloque de gobernadores, y corre, del cargo y del país, al de Sonora, Carlos Armando Biebrich.
Cerca de la campaña. Le nombra al presidente y al secretario general y al líder del PRI en la capital: todos adversarios del candidato.
Se estrena, el nuevo presidente del PRI, Porfirio Muñoz Ledo, con un discurso: (él va a) “profundizar ampliar y continuar la labor de Echeverría”.
Mata a Excélsior, y corre la versión que se hace socio de una poderosa casa editorial, con 37 medios en el país. Expropia semanas antes de irse el Valle del Yaqui, en Sonora, polarizando al país. Funda un refugio, el Centro de Estudios Económicos y Sociales del tercer mundo, para aislarse, pero seguir mandando.
Días antes de irse, la víspera del 20 de noviembre, hace correr el rumor de un golpe de estado que algunos interpretan como un autogolpe. Nombra a incondicionales como líderes de las Cámaras del Congreso.
Mientras este huracán recorre el país, López Portillo calla. No pronuncia un discurso entre su elección y su toma de protesta. Pero, cuando ésta llega, dice:
—Asumo mi “propia e indivisible” responsabilidad—. Luego convoca a la unidad nacional.
Que entienda quien quiera.
Hace un nombramiento central: el de Jesús Reyes Heroles, en Gobernación. Toda la compleja maquinaria del llamado cómicamente mini-maximato, estará desmantelada en meses. Antes de iniciar el segundo semestre de su primer año de gobierno, Echeverría es nombrado embajador itinerante en Australia, Nueva Zelanda e Islas Fidji. ¿Por qué ahí? Porque no había lugar más lejos sobre la tierra.
Lección. Un presidente con voluntad sólo requiere de un buen operador para desmontar todo. Uno solo.
@fvazquezrig
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