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El tradicional humo blanco se elevó sobre la Capilla Sixtina, señalando al mundo que un nuevo Papa ha sido elegido. Esta imagen, tan simbólica y esperada, contrasta con un tipo de humo que alguna vez formó parte de la historia vaticana, pero que ha sido prácticamente olvidado: la fumata amarilla. La tradición de la fumata […]
El tradicional humo blanco se elevó sobre la Capilla Sixtina, señalando al mundo que un nuevo Papa ha sido elegido. Esta imagen, tan simbólica y esperada, contrasta con un tipo de humo que alguna vez formó parte de la historia vaticana, pero que ha sido prácticamente olvidado: la fumata amarilla.
La tradición de la fumata en los cónclaves papales surgió en 1903, durante el cónclave que eligió al Papa Pío X. Fue entonces cuando se usó humo por primera vez para comunicar el resultado de las votaciones, quemando las papeletas de cada votación junto con paja húmeda para producir humo negro, cuando no había acuerdo, y blanco, cuando se alcanzaba consenso.
Esta práctica se convirtió en un símbolo claro, pero no siempre fue perfecta, lo que llevó a explorar otras opciones, como la fumata amarilla En 1958, durante la elección de Juan XXIII, muchos fieles pensaron erróneamente que el Papa ya había sido elegido debido a una fumata grisácea que no se distinguía con claridad.
Esto motivó a algunos técnicos y observadores a proponer un humo amarillo como “un humo de transición” o señal de aviso para preparar a los fieles ante una inminente elección.
Sin embargo, la fumata amarilla nunca fue oficialmente adoptada. En algunos relatos no oficiales se dice que se hicieron pruebas internas con sustancias químicas para producir un tono amarillento, pero los resultados no fueron satisfactorios. Además, para muchos en el Vaticano, introducir un tercer color rompía con la simplicidad simbólica que había caracterizado el ritual desde 1903.
Por esta razón, la fumata amarilla quedó en el olvido, relegada a una curiosidad histórica.
En tiempos recientes, la fumata amarilla ha aparecido de forma accidental. Durante el cónclave que eligió a Benedicto XVI en 2005, se utilizó una combinación especial de productos químicos para hacer que la fumata blanca fuera más visible; sin embargo, esto produjo momentáneamente un tono amarillento o beige claro. No fue una ‘fumata amarilla’ oficial ni tuvo significado propio, sino un accidente técnico.
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