Fernando Vázquez Rigada El fenómeno central del 18F fue su extensión territorial. Más allá de los millones que marcharon y los sentimientos que subyacen a la protesta, está una coordenada clave: la unidad de todo el territorio nacional. Las concentraciones se dieron en más de 120 ciudades. Un número nunca antes visto. No fueron, además, […]
Fernando Vázquez Rigada
El fenómeno central del 18F fue su extensión territorial. Más allá de los millones que marcharon y los sentimientos que subyacen a la protesta, está una coordenada clave: la unidad de todo el territorio nacional.
Las concentraciones se dieron en más de 120 ciudades. Un número nunca antes visto.
No fueron, además, un fenómeno regional. Se registraron de Tijuana a Mérida, de Matamoros a Colima y de Juárez a Tapachula.
En el país hay 131 ciudades medias, con más de 100 mil habitantes. Concentran a 61.3 millones de personas.
Son, por tanto, las que poseen más poder económico, densidad demográfica, conectividad política e influencia regional.
Son factores que indican que algo importante se está moviendo en el país.
La concentración de la capital fue gigante, pero fue sólo una fracción de lo que ocurrió en el resto del país. El interior ha despertado y eso es central.
Los grandes cambios políticos de la historia se han gestado geográficamente de la periferia al centro y socialmente de arriba abajo.
La independencia surgió de una red de conspiradores instruidos concentrados en el Bajío. La República restaurada, gracias a la resistencia de regiones diversas, cuando la capital había capitulado. Madero hizo la revolución del norte al altiplano. Vicente Fox desafió desde Guanajuato el poder priista y lo derrotó gracias a una avalancha de votos en todo el país, de todas las clases sociales.
Algunos analistas han dicho que la protesta fue un éxito en el interior porque se dio en ciudades que gobierna ya la oposición. Es parcialmente cierto.
Primero: hay que entender que si gobierna la oposición en muchas ciudades medias fue porque se ganaron en el 2021 gracias a la arquitectura política de la alianza.
Segundo, hubo marchas numerosas en ciudades gobernadas, es un decir, por el oficialismo: Tijuana, Neza, Mexicali, Culiacán, Xalapa, Acapulco son botones de muestra de un vasto mosaico de hartazgo.
Cierto: la Ciudad de México es el corazón del país. Su importancia es indiscutible. Más: su comportamiento electoral frecuentemente anticipa cambios políticos mayúsculos. Ahí fue el epicentro del movimiento del 68: movimiento telúrico que culminó con la apertura del sistema político en 1977. Más tarde, El PRI la perdió en 1997, lo que anticipó su Waterloo electoral tres años después.
Pues bien: Morena la perdió en el 2021. Las tres movilizaciones ciudadanas anticipan que vendrá un cambio ahí. Será, insisto, sólo el presagio de algo que ya se mueve en el subsuelo político del país.
Y es que los grandes padrones nacionales se movilizaron el día 18. Hubo marchas inmensas en el Estado de México, Jalisco, Veracruz, Guanajuato, Puebla, Nuevo León.
¿Por qué no se extendió aún más?
Porque fue absolutamente orgánica. Esto es central. Las y los ciudadanos convocamos con lo que pudimos. Muchos medios nos cerraron las puertas. No hubo recursos para comprar spots. La convocatoria fue de boca en boca y de chat y en chat.
La efervescencia que se creó impulsa el arranque de las campañas federales el 1 de marzo. Las elecciones se cierran en los grandes padrones del país que renuevan gubernaturas. Hay una disputa feroz por la ciudad de México. Pablo Lemus aventaja en Jalisco. Rocío Nahle va en caída libre en Veracruz. Libia García atropella en Guanajuato y Eduardo Rivera crece día a día en Puebla.
Mientras tanto, el presidente lleva semanas atrapado en gravísimos señalamientos de ligas con el crimen organizado, corrupción y abuso de poder. Está fuera de sí, al grado de afirmar que su poder está por encima de la ley: igual que Nixon le declaró a Frost, lo que fue el hundimiento final de su prestigio. El presidente que se va en sólo 7 meses terminará igual.
Sheinbaum quemó sus naves y unió su suerte a la de su mentor: dócil y obediente. Firmó las iniciativas de ley para instaurar una dictadura y no quiere o no puede definirse como alguien moderada. No ha dicho esta boca es mía ante el horror de decir que la autoridad política está por encima de la ley.
El tablero se mueve.
Como decía Buck Canel en el béisbol: no se vaya.
Esto se puso bueno.
@fvazquezrig
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