Fernando Vázquez Rigada El primer trimestre de la presidencia de Claudia Sheinbaum determinará su sexenio. La tradición política establece que es en los primeros 100 días cuando se marca el tono de una administración. La idea la instauró Franklin D. Roosevelt, cuando arrancó con un huracán de medidas para tratar de paliar la gran depresión. […]
Fernando Vázquez Rigada
El primer trimestre de la presidencia de Claudia Sheinbaum determinará su sexenio.
La tradición política establece que es en los primeros 100 días cuando se marca el tono de una administración. La idea la instauró Franklin D. Roosevelt, cuando arrancó con un huracán de medidas para tratar de paliar la gran depresión.
El ideólogo más reputado del neoliberalismo, Milton Friedman, decía que, en los primeros tres meses, un líder —político o empresarial— define si llega a transformar o se dedicará a administrar lo que encontró. Si es el primer caso, el primer paso es romper el “triángulo de hierro”: los intereses creados que se enquistan y luchan por mantener el statu quo.
Claudia Sheinbaum deberá probar, entre octubre y diciembre, cuál será su legado.
Será un trimestre complejo, lleno de retos y desafíos.
En primer lugar, habrá que esperar para ver qué atmósfera tendrá el país en su toma de posesión. Septiembre será un mes clave. Estará marcado por la llegada de un nuevo Congreso, en donde veremos si le regalan al oficialismo una sobrerrepresentación escandalosa y si, en su caso, la usan para arrasar con el poder judicial.
De ser así, el país se convulsionará y la polarización se incrementará. Es muy posible que, de darse la reforma judicial que propone el presidente, vengan turbulencias en los mercados bursátiles ante la falta de certidumbre jurídica que reinará en el país. Mal horizonte para arrancar un gobierno.
Como nunca desde 1976, el discurso inaugural de la presidenta marcará las pautas de lo que será su mandato. La incógnita más relevante a despejar será la de su independencia. Ahí deberá marcar su estilo y refrendar su autoridad sin permitir espacio de duda.
En el propio octubre vendrá un vencimiento importante en la deuda de Pemex, de cerca de 7 mil millones de dólares. La nueva administración deberá, obvio, no sólo enfrentar los vencimientos de la colosal deuda de la paraestatal, que ascienden a 110 mil millones de dólares, sino que deberá, además, definir su política con respecto a la empresa. Los mercados estarán muy atentos. Seguir con lo hecho en estos 6 años sería un suicidio financiero para el país. Por ello, uno de los nombramientos centrales será el del director de la petrolera.
En noviembre se elegirá al nuevo presidente de Estados Unidos. Hoy, la contienda está empatada, con una ligera ventaja para Donald Trump. De resultar vencedor, la agenda republicana traerá duras consecuencias para México, tanto en la vertiente de seguridad como en el tema comercial.
Finalmente, en diciembre se definirá el nuevo presupuesto, en donde la presidenta se ha comprometido a liberar 300 mil millones de pesos para sus proyectos de infraestructura y programas sociales. Ha dicho que lo hará sin incrementar impuestos, contratar deuda ni seguir con el déficit actual. Habrá que ver de dónde sale ese dinero, si sale.
A los hechos mencionados habrá que adicionar el desafío continuo de la inseguridad que mantiene regiones enteras del país sin gobierno.
Tres meses para definir un sexenio.
Romper el triángulo de hierro del obradorismo no será fácil, pero no es imposible.
Se puede. Hay que ver, más bien, si se quiere.
@fvazquezrig
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