LAS NAVIDADES Y LOS BUENOS Y FRATERNALES DESEOS Por Teodoro Rentería Arróyave CUERNAVACA, MORELOS. Las navidades más que un sustantivo femenino se ha convertido en un adjetivo, sobre todo en el plural, porque lo hemos llevado para calificar los buenos deseos para nuestros semejantes, para nuestros pares, para nuestros amigos y para nuestros familiares. Los […]
LAS NAVIDADES Y LOS BUENOS Y FRATERNALES DESEOS
Por Teodoro Rentería Arróyave
CUERNAVACA, MORELOS. Las navidades más que un sustantivo femenino se ha convertido en un adjetivo, sobre todo en el plural, porque lo hemos llevado para calificar los buenos deseos para nuestros semejantes, para nuestros pares, para nuestros amigos y para nuestros familiares.
Los buenos deseos se califican sin agregarles más que el necesario verbo, te deseo la mejor de las navidades, se suele decir y de ahí en adelante, ello no obstante que como pasa el tiempo las costumbres se van acomodando a las diferentes épocas.
Aprovecho esta entrega para narrarles que no sólo en la casa materna y paterna, sino además en los barrios, en las colonias y en las vecindades de aquel tiempo, se llevaban a cabo con toda la parsimonia, sin importar los estratos sociales, las nueve posadas para terminar con la gran celebración de la Noche Buena y al día siguiente la Comida de Navidad, esa sí en familia y uno que otro invitado en casa.
Las posadas tenían dueño o patrocinador que cargaban con los gastos, poco antes del 16 de diciembre, día en que se iniciaban las tradicionales posadas, había conciliábulos, vulgo juntas, entre los vecinos o las ramas familiares para saber quién se hacía cargo de los gastos de cada una de ellas.
Quedaba claro que después de la devoción con procesión y todo, a veces con el rosario, a la hora de los cánticos del festejo se mencionaba al patrocinador, a sus hijos u otros parientes: “fulano o zutano no te tardes con la canasta de los cacahuates”, y de ahí en adelante.
En no pocos barrios o colonias los festejantes tomaban las calles con sus velas encendidas para cantar las letanías y se escogía una puerta, un portón y hasta algo ficticio para pedir posada.
Llegado el día 24, después de las 23:00 horas se sacaba la novena y última posada para dar tiempo a sacar la letanía de Navidad, porque en punto de las 12:00 para dar entrada al día 25, el Día de Navidad, venía la arrullada del Niño Dios.
Más bien de los Niños Dioses, porque cada familia llevaba su Niño Dios, mismas que escogían a los parientes o amigos para que arrullaran a su imagen y así se convertían en compadres.
Después del fervor, que por cierto también se celebraban en los templos, venía la fiesta: el romper de la o las piñatas, el reparto de las colaciones, la cena de Nochebuena, y el recalentado del día siguiente que era la Comida de Navidad.
Un recuerdo de nuestras costumbres que nos legaron nuestros mayores y que ojalá, y ojalá, quiere decir, “que Dios quiera”, perduren por siempre porque son hermosas y fraternales tradiciones.
Nuevamente respetados lectores, radioescuchas, televidentes y familiares, amigos todos, les reitero mis sinceros deseos de felicidad en esta NAVIDAD de 2023 y siempre.
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