Por Fernando Mejorado Estratega político y encuestador. Colaborador invitado La agenda de campaña es el documento estratégico más importante de planeación del proyecto. Se trata del instrumento que organiza las acciones de la campaña, pero además busca enfocar y articular todos los esfuerzos del equipo, conjugándolos con las actividades de actores externos que repercuten en […]
Por Fernando Mejorado
Estratega político y encuestador. Colaborador invitado
La agenda de campaña es el documento estratégico más importante de planeación del proyecto.
Se trata del instrumento que organiza las acciones de la campaña, pero además busca enfocar y articular todos los esfuerzos del equipo, conjugándolos con las actividades de actores externos que repercuten en los objetivos. Tiene como base el plan de operación política, enfocado al tejido de acuerdos y alianzas, así como los ejes temáticos derivados de la estrategia general, que forman parte importante de la propuesta de campaña.
De la forma como esté diseña la agenda, se irá delineando el liderazgo, la marca y el mito político del candidato. De hecho, en la agenda de trabajo se establece la senda de posicionamiento que contempla la aproximación y la cercanía que facilitan la credibilidad y la confianza. Así que, de las actividades que ahí se inscriban y operen, dependerá la imagen pública que se vaya gestando para el líder del proyecto. Por tal motivo, la agenda debe permitir la incorporación de la identidad, la visión social y la causa del político.
La agenda es una plataforma logística, que permite dar orden y dirección a la campaña para alcanzar las metas y objetivos establecidos, pues constituye la ruta crítica del proyecto general. Por eso, la necesidad de reclutar un cuerpo robusto pero equilibrado de especialistas que la elabore. Dicha herramienta exige la integración de un comité de trabajo, técnicos en planeación y dirección de proyectos, diestros en la operación política, peritos en la investigación de la opinión pública y expertos en el desarrollo estratégico de campañas, que esté enfocado en la observación del contexto, el análisis de la coyuntura, el seguimiento de la estrategia y la consecución de los propósitos de la campaña.
Uno de los grandes retos de dicho cuerpo de expertos es conformar el documento con la firme idea de revertir las tendencias negativas que puedan afectar la campaña y convertir las crisis en oportunidades. Se trata entonces de que el entorno y el día a día no contaminen nuestro aparato de decisión.
Una agenda bien instrumentada, debe ser el origen y el transcurso de la comunicación política, de tal modo que su resultado será todo aquello que dé pie a los actos y procesos de comunicación. Es un programa integral en donde se ven reflejadas las acciones de negociación y acuerdos entre muchas partes y actores que permitirán (o entorpecerán) que todo planeado y acordado se lleve a cabo de forma adecuada y puntual.
Cuando el documento está bien elaborado y ejecutado, podrá significar el marco de evaluación y control del proyecto, eso es estar un paso adelante del adversario. Cuando la distancia entre un candidato y otro, en cuestión de intención de voto es corta, el orden y la disciplina que impone la agenda, puede hacer la diferencia entre ganar o perder.
La agenda no solo consiste en una serie de eventos anotados en un calendario, sino que es el motor que impulsa el proceso de construcción de acuerdos políticos bien articulados, tejiéndose consecuentemente las entrañas de la campaña: la operación política. Con esto se incide y se producen los escenarios óptimos en los cuales se desarrolla el posicionamiento de la imagen pública del candidato y posterior triunfo electoral.
La agenda ayuda a dominar la conversación pública, porque permite replicar el mensaje estratégico con los actores relevantes en una trayectoria de la acción política, en otras latitudes el mensaje va directo al votante de nuestra campaña y al mismo tiempo genera distracción y nerviosismo en el oponente.
La agenda son las partituras del director de la orquesta (coordinador de campaña), para hacer que cada grupo de instrumentos toque en el momento correcto y con el tono correcto, dentro de la melodía que debe convertirse el proceso de comunicación política.
Lamentablemente y con mucha frecuencia, no todos los integrantes del equipo de campaña logran asimilar que la agenda nos les pertenece ni a ellos ni a nadie. No se entiende que la agenda es una pista donde corren muchos esfuerzos y recursos, que al intentar retenerla y controlarla entre pocos, se estrangula y se entorpece. El resultado es una campaña dislocada. Sin pivotes, quizás con muchos operadores, pero imposibilitados para cooperar. El coordinador de campaña se queda amputado de una gran herramienta de operación.
El origen de los problemas de agenda es que son pocos y en ocasiones con limitados conocimientos al respecto, los que trabajan en el desarrollo del instrumento. Algunos operadores de campaña se apropian de lo que le pertenece a todo un equipo. Sin involucrar a todos los miembros por ignorancia o por miedo a perder el poder que no tienen, ponen en riesgo todo el proyecto. La agenda operada bajo esa visión recortada y no compartida por la nula participación de agentes de interés, tiene como destino un documento sin dinamismo que funge como una barrera contra los electores ya que no permite la conexión plena entre el candidato y sus votantes.
Las agendas de campaña no tienen dueños, pues se conciben como un plano donde un equipo multidisciplinario observa y manipula un verdadero cosmos: coyunturas, entornos escenarios, redes de poder, grupos, recursos, momentos, riesgos, oportunidades, entre otras cosas. Por lo tanto, una agenda no pude estar en manos de una sola persona.
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