Miscelánea Salud y Política Judith Álamo López 1 de octubre de 2024, día histórico de la toma de posesión de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo como primera presidenta de México. La expectativa era grande y el azoro también al atestiguar que la ceremonia arrancó con un tributo al patriarcado, a un macho alfa cuyo excesivo […]
Miscelánea Salud y Política Judith Álamo López
1 de octubre de 2024, día histórico de la toma de posesión de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo como primera presidenta de México. La expectativa era grande y el azoro también al atestiguar que la ceremonia arrancó con un tributo al patriarcado, a un macho alfa cuyo excesivo reconocimiento por parte de la mandataria entrante acabó por sonrojarlo hasta a él, quien meneaba la cabeza con mohín de recatada humildad.
La llegada ligeramente tarde al recinto legislativo de San Lázaro de la mandataria, si no fue concertada, fue el tiempo perfecto para que López Obrador saboreara como torero en plaza la entrada triunfal al recinto legislativo luego de una memorable jornada –el mismo al que durante el último trienio se negó a ir para no arriesgar su investidura–, ahora, cobijado por una tumultuaria y emocionada mayoría afín, regresó a despedirse con abrazos y selfies, en medio de vivas.
Los símbolos en la toma de protesta como presidenta de los Estados Unidos Mexicanos de una mujer universitaria, científica y política obradorista se entretejieron con la necesidad de dar certidumbre sobre la continuidad de la Cuarta Transformación; pero el gobierno de Claudia Sheinbaum está obligado a trascender las señales populistas dadas a nacionales y extranjeros, implícitas en la competencia de porras, entre: “Es un honor estar con 0brador” y “Presidenta, presidenta…” donde ganaron por mucho, las dedicadas a AMLO.
Entendible, por eso de que las Cámaras de Senadores y Diputados quedaron integradas con mayorías oficialistas, pero injustificable en un país que se precia de ser una República Representativa, Democrática, Laica y Federal. Quizá hacia el rescate de nuestra esencia apuntó su decisión, como presidenta electa, de solicitar licencia como militante de Morena, ya veremos si realmente está convencida de lo que dijo el pasado 22 de septiembre: “al ser presidenta constitucional debo gobernar para todas y todos los mexicanos”.
Ojalá y esa decisión nada tenga que ver con propósitos cuatroteístas de futurismo transexenal, como algunos analistas enmarcaron la llegada de Luisa María Alcalde a la presidencia del partido acompañada de “Andy” López Beltrán, el hijo político de AMLO, como secretario de organización.
Lo bueno: Mucho se ha destacado la foto que se tomó la presidenta con la comisión legislativa, con integrantes de oposición, que la recibió a la entrada del recinto, como una aceptación de la pluralidad y voluntad de dialogo; el beso a la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ministra Norma Piña, como saludo conciliador; así como el uso de 8 minutos de su discurso de 40 ante el Congreso, como distintivo de políticas favorables a la mujer.
Bueno, hasta los observadores optimistas –principalmente televisivos, privados y oficiales– interpretaron los mimos de la presidenta a la ilustre senadora Ifigenia Martínez, doctora en Economía y maestra de varias generaciones de políticos del PRI y de Morena, a cargo del cambio del bando presidencial, enferma a sus 94 años de edad, como “un innovador trato femenino a la población vulnerable”.
Ojalá esta ilusión por el cambio este cimentada en procederes más empáticos. Lo malo: Ratificó en el Palacio Legislativo de San Lázaro y en el Zócalo después, que las reformas constitucionales al Poder Judicial y a la Guardia Nacional promovidas por López Obrador recién aprobadas van, por lo que se elegirán popularmente jueces, magistrados y ministros, “ya se aprobó la reforma judicial, para erradicar la corrupción…y darle más independencia y autonomía a es poder”, dijo.
Respecto a la Guardia Nacional, aseguró que se consolidará como parte de la Secretaría de la Defensa Nacional, y consideró “falso” que esto sea parte de la militarización del país, pues ella es mujer-civil, y será la comandanta suprema de la Fuerzas Armadas. Ojalá y tenga mejor suerte con ellos que el presidente López Obrador.
El nuevo gobierno al conferirle mayores poderes al Ejército parece hacer caso omiso de que conforme a la Comisión de la Verdad y la Fiscalía creada por el gobierno de AMLO fue la Secretaría de la Defensa Nacional la que se negó a entregar los documentos que podrían dar solución a la búsqueda de los 43 estudiantes desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa, pese a que el mandatario López Obrador les ordenó entregar cualquier evidencia del caso a los padres de los normalistas.
Lo feo: Para muchos fue ignorar las opiniones de especialistas respecto a los riesgos de hacer una elección de jueces que respondan a intereses del partido en el poder, cuando los funcionarios del Poder Judicial deben ser imparciales al vigilar el apego a la ley, a la Constitución. Hasta ahora, sin leyes secundarias, no existe cómo se podrá impedir que un Poder autónomo sea capturado y controlado por un gobierno hegemónico con mayoría calificada en el Congreso que promoverá el triunfo electoral de los candidatos más manejables y a los autónomos podría “corregirlos” a través del Tribunal Disciplinario.
Arrancaron las Mañaneras para el pueblo este 2 de octubre, 66 años después de la represión estudiantil de Tlatelolco, con una Disculpa Pública del Estado mexicano reconociendo que esos actos de represión fueron constitutivos de un crimen de lesa humanidad, comprometiéndose a no repetir esa atrocidad, ni permitir el uso de las fuerzas armadas contra la población. Buen indicio.
Sin embargo, entra en contradicción: El Estado que se proclama con ideales de justicia, libertad y democracia condena un crimen de represión civil por parte de militares (el Batallón Olimpia) autorizado por el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz, donde hubo decenas de muertos, heridos, torturados.
Hecho que quedará consignado como crimen de Estado en la memoria histórica para evitar que se repita, pero a la nueva jefa de Estado no le preocupa haberles conferido fuero constitucional a los militares para actuar en cualquier ámbito civil.
México necesita una Administración Pública moderna con metas claras, estrategias, imagen y narrativa de una presidenta con personalidad propia, que apueste por ejercer un liderazgo capaz de trabajar en equipo, que se diferencie del avasallador amado líder carismático y populista que la precedió, aun cuando mantenga su política social y amplíe los programas y becas de Bienestar.
Los mexicanos necesitamos un gobierno profesional, conciliador, veraz, que evite ahondar en una interpretación sesgada de la historia, que cierre la etapa conformacional entre ricos y pobres; indígenas y españoles; obradoristas-pueblo bueno vs. oposición-conservadores corruptos; Cuarta Transformación contra Neoliberalismo, etcétera.
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